
Responsable de comunicación en Indomio España
Si Dante hubiera explorado el desierto de Karakum, podría haber escrito un canto más del Infierno. Aquí, bajo las arenas negras, hay un cráter que arde día y noche desde hace más de cincuenta años, como una enorme cocina de gas perpetuamente encendida. La vorágine parece abrir el acceso al abismo, por lo que los habitantes se refieren a él como las «Puertas del Infierno», mientras que para los geólogos es el «Cráter de Darvaza«. Es una herida en la tierra que arde sin cesar, nacida del error humano y convertida en símbolo de un país cerrado y misterioso. Averigüemos dónde está y qué esconde esta grieta de fuego a lo largo de las dunas de Turkmenistán.
Antigua república soviética, Turkmenistán es uno de los países con topónimo terminado en «-stán», uno de los menos accesibles del mundo, con un régimen muy autoritario y un territorio dominado por extensiones desérticas, entre las que destaca el Karakum, donde se «abren de par en par» las Puertas del Infierno. Está situado en Asia Central, con vistas al mar Caspio y fronteras con Irán, Afganistán, Uzbekistán y Kazajstán. La capital es Ashgabat, la ciudad blanca con más mármol del mundo, forjada por una arquitectura monumental y surrealista, a unos 260 kilómetros del cráter.
LEE TAMBIÉN: La Puerta de Plutón o la Puerta del Infierno, se encuentra en Turquía
Aparte del gas natural, del que posee algunas de las mayores reservas del planeta, el país de los turcomanos es conocido por su cerrazón política, las calles relucientes, la arquitectura neoclásica de su capital y el culto a la personalidad de sus dirigentes.
Turkmenistán está lejos de las rutas turísticas, hasta el punto de que lo que acapara la imaginación mundial es precisamente ese cráter que arde sin cesar en el desierto: una maravilla tan espectacular como inquietante y símbolo de un país contradictorio.
El cráter se abre en el desierto de Karakum, a pocos kilómetros del pueblo de Derweze, topónimo que significa «puerta» en turcomano. La zona es remota, escasamente habitada y poblada por comunidades seminómadas. Alrededor, sólo arena, viento y un silencio que hace aún más irreal la presencia constante del fuego.
La historia comienza en 1971, cuando un grupo de geólogos soviéticos exploraba la zona en busca de petróleo. Durante la perforación, el suelo cedió y la plataforma se sumergió en una caverna subterránea llena de gas natural. Preocupados por la liberación de metano, los técnicos decidieron prenderle fuego, convencidos de que las llamas se extinguirían en pocos días. En lugar de eso, han pasado más de 50 años y el cráter sigue ardiendo.
Otras versiones sugieren que el fuego se inició accidentalmente, tal vez por una chispa. Sea cual sea la verdad, el fuego nunca se ha extinguido desde entonces.
Con 70 metros de ancho y 30 metros de profundidad, las Puertas del Infierno parecen un enorme ojo ardiente. Durante el día puede parecer una polvorienta depresión en el suelo, pero al anochecer se transforma, el calor se vuelve intenso, el olor a gas llena el aire denso y sulfuroso y miles de llamas parpadean desde el fondo como llamaradas danzantes. El resplandor es visible incluso a kilómetros de distancia: un paisaje fuera del tiempo, que evoca más la imaginería del inframundo poblado por almas condenadas, que la geología terrenal. Uno puede entender por qué los exploradores y turistas han empezado a llamarlo así.
El cráter se alimenta de un depósito subterráneo rico en metano. Inicialmente se pensó que el gas se agotaría en pocos días, pero el depósito parece estar lejos de acabarse. El metano, cuando se dispersa en la atmósfera, tiene un impacto medioambiental mucho mayor que el dióxido de carbono. Por eso algunos científicos creen que, paradójicamente, es preferible que siga ardiendo: las llamas transforman el metano en CO₂ y vapor de agua, mucho menos dañinos para el clima global.
LEE TAMBIÉN: Palacio de cristal, un palacio de vidrio en el corazón de Madrid
El gobierno turcomano ha anunciado en repetidas ocasiones su intención de cerrar el cráter, pero nunca ha tomado medidas decisivas. Además, extinguirlo no es fácil: además de sofocar las llamas, sería necesario detener el escape de gas en su origen. Para ello habría que realizar operaciones complejas, como inyectar cemento en las grietas subterráneas, pero el problema es que no hay certeza de que el metano no encuentre otras vías para volver a salir.
Algunos técnicos han planteado incluso la hipótesis del uso de explosivos, pero se trata de hipótesis extremas, peligrosas y poco realistas. Así, entre anuncios y segundas intenciones, el cráter sigue encendido y no se sabe por cuánto tiempo más.
El cráter se puede visitar todo el año y para muchos es una experiencia memorable, pero los meses ideales son los más frescos entre octubre a abril. Las excursiones parten de Ashgabat y duran unas 3 ó 4 horas de viaje por el desierto para llegar a Darvaza.
El mejor momento para visitar el cráter es al atardecer, cuando la cálida luz del sol se mezcla con las llamas, de modo que las «Puertas del Infierno» se iluminan con un resplandor espectacular. Los expertos recomiendan extremar la precaución, ya que los bordes de la sima son inestables y los gases pueden ser intensos.
Durante el día se pueden explorar otros cráteres cercanos, entre ellos uno lleno de agua turquesa y otro de lodo, ambos nacidos de una dinámica similar.
Es posible pernoctar en campamentos cercanos para disfrutar de la experiencia total y dormir bajo el cielo estrellado del Karakum.
Para llegar a Darvaza se necesita un vehículo todoterreno, ya que los últimos tramos de la carretera son arenosos, por lo que el consejo es unirse a expertos que organizan visitas guiadas, que incluyen transporte, alojamiento y comidas. El campamento donde es posible alojarse ofrece una experiencia espartana pero encantadora, con servicios esenciales y cocina local.
LEE TAMBIÉN: Descubre Antigua, la isla de las 365 playas (una para cada día del año)
Es importante llevar agua, comida extra, ropa adecuada y repelente de insectos. Las noches en el desierto pueden ser frías, pero el cráter ofrece paisajes que calientan el alma.
El cráter de Darvaza es la única puerta que arde de verdad, día y noche, en el silencio del desierto, pero no es el único lugar del mundo asociado a la imaginería del Infierno. Hay otros lugares suspendidos entre la leyenda y la realidad que, como Darvaza, nos recuerdan lo delgada que es la frontera entre la tierra y lo desconocido. He aquí los más conocidos: