
Responsable de comunicación en Indomio España
Imagínate una diminuta roca en el Ártico, tan pequeña que parece insignificante, pero que durante casi 50 años ha estado en el centro de una de las disputas territoriales más singulares de la historia moderna. La isla Hans, una mota remota entre Canadá y Groenlandia, ha visto cómo dos países se disputaban su soberanía.
Un enfrentamiento que, al final, se resolvió pacíficamente, demostrando cómo hasta las cuestiones más nimias pueden tener implicaciones geopolíticas inesperadas.
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La isla Hans es una pequeña y remota roca situada en el frío y lejano archipiélago ártico canadiense, entre Groenlandia y Canadá. Con una superficie de unos 1,3 kilómetros cuadrados y una altura de no más de 15 metros sobre el nivel del mar, esta pequeña franja de tierra, como ya se ha mencionado, ha estado en el centro de una larguísima disputa territorial entre dos naciones: Canadá y Dinamarca.
El asunto comenzó en 1973, cuando los gobiernos canadiense y danés intentaron establecer fronteras marítimas en el Ártico, una zona rica en recursos naturales y estratégicamente importante, sobre todo para el control de las rutas marítimas y la soberanía territorial.
De hecho, la isla Hans está situada en la zona del Paso del Noroeste, un área de creciente interés comercial y militar, especialmente con el aumento de la navegabilidad provocado por el cambio climático.
En 1973, Canadá y Dinamarca acordaron un análisis técnico y jurídico de la frontera marítima que determinaría la soberanía sobre las diversas islas de la región: la isla Hans, tan pequeña y sin recursos aparentes, parecía más una curiosidad que un objetivo real para las dos naciones.
La disputa, sin embargo, se desata cuando las investigaciones revelan que la roca se encuentra en una zona fronteriza que ambas naciones reclaman como parte de su territorio. Mientras Dinamarca afirma que la isla pertenece a Groenlandia, una nación autónoma bajo su soberanía, Canadá reclama la zona como parte de su archipiélago ártico.
La disputa no se limita a una simple cuestión geopolítica, sino que está entrelazada con motivaciones estratégicas y económicas. El potencial de la región ártica para la extracción de recursos naturales, como petróleo y gas, y la creciente importancia de la navegación ártica aumentan el deseo de poseerla.
La pequeña isla se convierte así en símbolo de un enfrentamiento más amplio por la soberanía territorial.
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La isla ha sido durante mucho tiempo «ocupada» por los ejércitos de ambos países, pero nunca al mismo tiempo: el primero en tocar tierra deja su bandera, que es rápidamente sustituida por la de la nación «enemiga».
Y no sólo eso: los daneses colocan un licor típico, una botella de schnaps, junto a su propia bandera; los canadienses responden a su vez, cogiendo el licor danés y dejando una botella de su propio whisky. Un ejemplo de disputa educada por un territorio.
La tensión duró casi 50 años, hasta que se resolvió en 2022, cuando los líderes de los dos países, la canadiense Melanie Joly y el danés Jeppe Kofod, llegaron por fin a un acuerdo y optaron por una solución diplomática: la isla Hans es mitad de Canadá y mitad de Dinamarca.
El acuerdo sobre la roca es, hoy en día, un símbolo de resolución de conflictos ejemplar, en el que la diplomacia prevalece sobre la fuerza.